- SORIA: DONDE MI CORAZÓN SE ABREVA.
¿Iréis entonces, por fetichismo, hasta Colliure donde solo murió, y no pasaréis horas y días en el paisaje que tanto amó; en esas rocas, ese río, esos álamos que continúan dentro del poeta? En San Juan de Duero, el paso de los cruzados nos dejó un monasterio oriental con cuyo enigma seguimos luchando. Otro claustro románico, uno de los más bellos, el de San Pedro, nos convencerá de que no hace falta saber. El cosmos entero nos lo muestra otro románico, el de Santo Domingo. Los rebaños fantasmas de la trashumancia los guía la torre del palacio de los Condes de Gómara. La huida del mundo de la decadencia se hizo barroca en San Saturio. La decrepitud y el dolor de la pérdida se hace poesía en cada paso que damos en Soria.
"La búsqueda de la belleza hace del mundo nuestro
hogar".
Roger Scruton
Y nunca más la tierra de ceniza
a pisar volveré, que Duero
abraza.
¡Oh loma de Santana, ancha y
maciza;
placeta del Mirón, desierta
plaza!
Con el sol de la tarde en mis
balcones
nunca os veré. No me pidáis
presencia;
las almas huyen para dar
canciones,
alma es distancia y horizonte:
ausencia.
"Los vitrales difunden los crepúsculos y dejan brillar
el resplandor de los cirios. Pues aquí deba dar luz un día distinto del día de
la naturaleza externa"
G.W.F Hegel
Y en estos turistas se cumple la profecía de Isaías, que
dijo: oirán, pero sin guía no entenderán, mirarán, pero sin guía no verán. Mat.
13:14.
(por cierto que fue el profeta Isaías quien inventó el
tiempo visto como progresión, ¡ahí es nada!)
“Y todas las siluetas, las amadas siluetas
de tus torres manchadas del poniente sangriento” Gerardo Diego
“Se dice que la areté habita en peñascos de difícil acceso”
Semónides (s VII a.c.)
Gómez Dávila
"Misterioso y
silencioso
iba una y otra vez.
Su mirada era tan
profunda
que apenas se podía
ver"
Rubén Darío
"A fin de vencer en este combate de la vida y adiestrar nuestras fuerzas, propongo frecuentar los escritores paganos, que nos son de utilidad para la cultura del alma"
San Basilio. S. IV
ESCRITOS EN PRENSA
EL MILAGRO DE SAN SATURIO
El milagro de San Saturio
Que me perdone Tolstoi pero la verdad es que todos los sitios feos se parecen, los bellos, sin embargo, lo son cada uno a su manera. Hay bellezas muy distintas. He observado a miles de visitantes de la ermita y creo reconocer en la emoción estética que predomina en la mayoría de ellos una alegría desenfadada y un entusiasmo pagano, o franciscano, que sin embargo está ausente, por ejemplo, en la solemne circunspección del turista de la catedral de Osma,o en el bullicio de patio de recreo de la Laguna Negra o en la curiosidad impotente que recorre nerviosamente los espacios diferenciados del interior de San Baudelio. Este entusiasmo desbordante quizá tenga en parte su origen en el contraste entre la fealdad de los espacios urbanos en que la mayoría habitamos o la condición de no-lugar de las estaciones de servicio de la autovía de Madrid que acabamos de dejar, y la experiencia súbita e impactante del encuentro, quizá inconsciente, con la armonía de esa conjunción maravillosa de la ermita sobre la cueva, del encinar en la sierra, del cielo limpio, del río y del camino. Lo más importante que tenemos, San Juan y San Saturio, ya no es nuestro, es del mundo. Lo que sólo es mío es muy poco interesante. No creo que el inconsciente sea como un saco de arquetipos ancestrales que lleváramos a cuestas y que estarían esperando su oportunidad de significar y conceder trascendencia a los elementos de la naturaleza como ríos, caminos y cuevas que puedan servirle en determinados momentos de especial consciencia estética. No creo que haya ningún saco. Con inconsciente me refiero más a eso a que se refería Hegel cuando decía que si encuentras belleza en la caída de las hojas de los árboles en otoño es que tu interior está aceptando la fugacidad de la existencia. El hombre no puede sino espiritualizar todo. Dotar de sentido aquello que en sí mismo no lo tiene. Vive en el mapa, no en el territorio. El río es lo que pasa mientras Machado va nombrando los hitos de su vida en Soria: colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas. El río Turio, con su santo correspondiente, es la corriente de la vida hacia la muerte. En sus necrópolis junto al río, en sus espadas “matadas”, el celtíbero muestra la primacía del valor simbólico del río sobre cualquier otra consideración. Sólo la fugacidad de nuestra existencia en la tierra nos lleva a buscar el bien, la virtud -Los dioses nos envidian porque se aburren en su inmortalidad-. Y esa búsqueda del bien siempre aparece plasmada en la metáfora del camino, las etapas, los pasos. El camino entre San Polo y San Saturio está además concretamente espiritualizado en el vía crucis, quizá trasposición ritual del encuentro entre los caballeros templarios y el Gólgota - no digo que San Polo sea o que no sea Templario-. No hay mapas en la Edad Media, el espacio es un mundo de significados, el mapa es el significado. El mapamundi de la catedral de Osma nunca fue guía para el viajero, sirve para la contemplación, es un mapa espiritual. Al final del camino, no lejos del vado sobre el Duero, esta la cueva, y en la cueva, el encuentro con esa divinidad que debió habitarla cuando el ser humano creyó la naturaleza divina. Entonces éste se adapta a la misma naturaleza, a la cueva. No necesita un templo. La cueva es el templo. Espeo es la nereida de las grutas, de ahí la espeleología. La civilización romana, que sí necesita templos que muestren su elevación por encima del instinto, rebaja ese momento de lo natural, y Saturno, que devora a sus hijos, será superado por la agricultura, la diosa Ceres, en la que la fertilidad ya va ligada a la comunidad, a la propiedad, la ley y el matrimonio. El hombre natural es devorado por el tiempo porque no deja huella, porque siempre es el mismo en tanto que animal biológico. La eterna repetición de lo mismo. La ermita sobre la cueva es, en realidad, un templo sobre otro templo. Uno, el que ofrece la Naturaleza y otro, el que produce el espíritu. Que conste que para los cristianos el templo no tenía la misma importancia que para los romanos paganos. De hecho, llamamos iglesias a los templos como metáfora de la verdadera iglesia que forman la unión de todos los cristianos. Adentrarse en la cueva y ascender por las escaleras que nos llevarán a los primeros elementos cristianos con que nos encontraremos es dejar atrás la sujeción a la naturaleza, siempre la misma, y encontrarnos con los vericuetos de las profundidades del espíritu. Me gusta imaginar el espacio que ocupaba la iglesia de San Miguel de la Peña en la oquedad interior de la montaña sin la iluminación artificial actual que lo afea, con la poca luz cenital que entraría por el hueco en lo alto iluminando alguna imagen sagrada en la cavidad en penumbra en un silencio solemne y conmovedor. Hay que recordar que entonces no existía la salida que sube a la ermita. No sé si estuvo abovedado. La forma de la cueva natural recuerda la de un ábside románico y hay marcas de haber sido trabajada la piedra. El ábside es importante para la representación de Cristo Pantocrator sobre la bóveda celeste. Fue casi lo único que se añadió al Partenón cuando fue convertido en iglesia. Siempre relaciono este lugar con la Cueva de Conquezuela, con su forma de útero, símbolo del origen de la vida, en donde todavía se mantiene, sobre las emotivas escenas de danzas neolíticas, la bóveda románica de cuando su cristianización. Me cuentan que existen hoy en día sorianos que conocen Puerto Venecia en Zaragoza y no han estado nunca en Conquezuela. Cada día hay formas más bizarras e insensatas de poner en peligro al alma. La advocación de San Miguel es la más común a orillas del Duero: Soria, Almazán, Andaluz, Gormaz, San Esteban, etc. Es la advocación de la guerra, del campo de batalla. Miguel significa “¿quién como Dios?”, algo así como “¿pero tú qué te has creído?”, es la frase con la que el Arcángel expulsa al demonio del paraíso. Y si hay un lugar que personifique la guerra contra el musulmán es el Duero. Es fascinante como los cristianos al conquistar el Castillo de Gormaz, y ante tamaña e inigualable magnificencia, contrarrestan su elemento más lujoso, su seña de identidad, la doble puerta principal del castillo situando a sus pies la fiereza menuda de la iglesia prerrománica de San Miguel. Aquí el San Miguel de Sánchez Albornoz le mete una buena goleada al Santiago de Américo Castro como paladín de los ejércitos cristianos frente a los musulmanes. También para Machado el Duero es la guerra y la violencia, de ahí que la Laguna Negra, el origen, sea como la maldad del hombre, que no tiene fondo. A este respecto, también hay que recordar la tradición que dice que si dos personas que están encarnizadamente resentidas, con un odio profundo el uno por el otro, acceden a discutir los motivos de su odio en la sala de los Heros, llegarán en breve a un acuerdo y milagrosamente volverá la concordia. He de decir que no veo aquí ningún milagro, pues si acceden a razonar es que ya han dejado de absolutizar en el otro el ultraje que no se puede aguantar, el daño inimaginable, lo inconcebible y la maldad absoluta. Que eso es el odio. Con que si acceden a venir a hablar, a San Saturio ya le han hecho la mitad del trabajo.
No tendrá nada que ver con que Saturno sea el dios de la fertilidad el que las solteras sorianas acudan a la cueva en busca del alfiler, bajo los faldones de Santa Ana, que da derecho a un marido rico y guapo, o por lo menos funcionario, que es lo que más abunda. Que ricos y guapos ya quedamos pocos. Bueno, la imagen es Santa Ana, o es la Virgen, porque hay alguna opinión a tener en cuenta a la que le extraña que Santa Ana lleve corona y no la lleve la virgen, y que aunque la procedencia fuese la desaparecida ermita de Santa Ana, la imagen fuese la de la Virgen y el niño. Ahora por causa del covid ya no está permitido meter la mano y una cinta de plástico lo impide. Por como estaba el manto de doblado el otro día creo que alguna igual sí lo cumple. Salimos de la cueva por una salida horadada por el hombre para conectar las dos ermitas. Estoy seguro que a la mayoría de los sorianos nos gustaría que la ermita tuviera de nuevo su santero, aunque no llevara el hábito de monje. No ha pasado tanto tiempo desde aquel año 1991 cuando se fue el último, pero en estos pocos años ha desaparecido la comprensión y el respeto por la soledad del ascetismo como si en lugar de años, hubieran pasado siglos. Dudo de todas formas que encontrásemos alguien adecuado para el puesto y además, no creo que pudiéramos impedir convertirlo en una farsa folclórico-turística.
Tras ascender los escalones penitenciales que nos llevan a la ermita nos damos cuenta que hemos dejado atrás la insipidez del mundo mineral, la oscuridad del instinto, la crueldad sacrificial del paganismo; y hemos llegado a la libertad del mundo del espíritu. Orgullosa y humilde a la vez representa el triunfo de lo espiritual sobre lo natural, al menos mientras permanezca en pie y el tiempo y la desidia humana no la arruine. De momento y desde hace ya mucho tiempo el que lucha en solitario contra las criminales humedades es San Juan Bautista. A Machado no debía gustarle mucho el barroco y podría estar pensando en San Saturio cuando escribe que “El pensamiento barroco pinta virutas de fuego, hincha y complica el decoro”, pero el supuestamente sobrio románico hace exactamente lo mismo. San Juan de Duero se construye en mampostería y después el enlucido simula una construcción en sillares. La pobreza justifica el “tuneo”, La imitación no es fraude sino celebración. Al final, Don Antonio rectifica y reconoce que “Todo necio confunde valor y precio”. Las pinturas de Juan Zapata han perdido gran parte de la viveza del colorido original. Las de los muros, las de San Saturio, son de mejor factura pero las de la bóveda me parecen muy interesantes porque es como un gran fresco de lo que significó el desierto en la vida cristiana. Ermita viene del latín “eremo”, desierto. Es decir, la ermita es una iglesia en el desierto. Los antiguos dividían el territorio en el pago, lo cultivable y el eremo, lo no cultivable. Por cierto que un poco ambigua sería la condición de la Virgen del Mirón, aunque sólo en teoría, ya que es una iglesia que está dentro de las murallas de la ciudad aunque a esa parte “interior” de la ciudad se la considera “desierto”. De pago viene pagés y también pagano. La condición de campesino y no creyente coincidió en un principio ya que en Occidente la vía de cristianización son los obispos, osea, las ciudades. La cristianización del campo y la montaña se realiza paulatinamente: San Martin desde Burdeos, Santo Toribio desde Palencia, San Urbez en el Pirineo o San Millán por el Ebro son santos que fueron muy importantes en esta función evangelizadora de lo agreste. De acuerdo a la mentalidad de la época, la medida del espacio más relevante es la distancia entre las reliquias de tu santo que están en el altar de la iglesia y el lugar en el que te hallas en ese momento. Si te alejas mucho te pones en peligro. Nuestra medida espacial, en cambio, es el tiempo de transporte, Madrid-Soria, dos horas. Recordamos que ellos vivían en un mundo simbólico, un mundo de significados construido sobre los elementos de la naturaleza, sin mapas. Quizá por eso, en Soria, al margen de las treinta y cinco iglesias de la ciudad habría una veintena de ermitas en los alrededores. Al estar viviendo inmersos en él, no nos es fácil conocer nuestro propio mundo simbólico, nos falta la distancia. Nuestro mundo ya no está en la Naturaleza, está en la web, en la tecnología, en la publicidad.
En la bóveda de San Saturio los personajes se aventuran en lo agreste y se enfrentan al maligno. Jesús es tentado en el desierto por un demonio que viste de monje mostrando que le tienta con versículos de la Biblia. La letra mata y el espíritu vivifica. Es justo después de este encuentro con el demonio cuando comienza su prédica. Ambos San Juanes que lo flanquean encuentran en la soledad del desierto la fuerza de la verdad que devuelve la esperanza a las gentes en la inminente llegada del Mesías, uno y en su retorno, el otro. Ermitaño del latin y anacoreta del griego significan lo mismo; la chora es el desierto que rodea la polis. Según la tradición cristiana San Pablo ermitaño fue el primer anacoreta. Su discípulo San Antón será el más famoso y el modelo de muchos otros. Estos ermitaños caen a veces en una situación contradictoria pues el principio que cumplen frente al maligno es que “sólo Dios basta” y al triunfar en ello cobran tanta fama que las multitudes los aclaman y los persiguen con sus peticiones y ellos, amando la soledad quizá más que la lucha con el diablo, acaban huyendo de sus fans y buscando refugio en lugares cada vez más alejados y peligrosos. Como San Jerónimo, que harto ya de los pecados de sus contemporáneos en la Jerusalem de su época, rechaza el cardelanato. Presenció el matrimonio entre un marido que había enterrado ya a veinte mujeres y la mujer a veintidós maridos. Al desierto le sobra el boato y el pifostio. "Ni vuestros holocaustos me son gratos, ni vuestros sacrificios me complacen" (Jer. 6:20). La riqueza de las experiencias en el desierto, la profundización del alma lleva a Jeremías incluso a acusar a Dios de traición: "¿serás para mí como cosa ilusoria, como aguas que no son estables?" (15:18) Por cierto, que si Saturio viene del latín saturo, significaría saturado, saciado, harto. El principio es siempre el mismo, vaciarse de uno mismo para que crezca Dios. Esta negación de uno mismo para dejarse penetrar por lo divino tiene su correlato pagano en el mito de Acteón y Artemisa, cuando el cazador encuentra a la diosa y ella lo convierte en ciervo que será devorado por sus propios perros. El conocimiento que nos transforma y nos compromete. “Es necesario que él crezca y que yo disminuya”( Juan 3:30). El valor del eremita para el pueblo es el ejemplo de que sólo Dios basta y por lo tanto de relativizar nuestro apego a las cosas materiales. Los ermitaños del desierto de las ciudades suelen estar sujetos a los obispos y así recibir estos un poco del carisma del ermitaño que suele ser muy superior al de aquellos. Juan Casiano en el siglo IV ya recomendaba a los monjes huir de los obispos y de las mujeres. Ellas, Santa Librada y San Onofre, también amaban la soledad y hartas de tanto galán inoportuno obtuvieron de Dios la gracia de la barba repelente y protectora. La noción de milagro conlleva junto a ésta la de un mundo meramente natural en sí mismo, como la otra cara de la misma moneda, y expresa la superioridad del espíritu sobre el mundo material, desencantado éste ya de fuerzas paganas divinas o demoníacas y apto para su consideración científica y utilitaria, o para la expresión en el paisaje del ánimo interior del poeta a partir del romanticismo, un alma compleja y descendiente también del ejercicio espiritual de la soledad como Bécquer bien ejemplifica. El milagro es una distinción, un acotamiento. Para muchas culturas no hay distinción entre lo natural y lo sobrenatural. No puede haber ciencia. En fin, si al salir de la ermita no miras el paisaje que te rodea con otros ojos deberías repetir de nuevo este circuito express de desembrutecimiento, ahora a la pata coja. Y si te encuentras con el macho cabrío, no temas que no es el maligno, que son las cabras que suelen ramonear por la ermita a menudo. Avelino Hernandez nos contaba que a las cabras en Beratón las llaman antílopes. Si vas por ahí pregúntales cómo llaman al alcalde.
No he hablado de los milagros de San Saturio ni de San Prudencio, ni de su vida y su obra, tampoco del valor artístico de su arquitectura ni de sus pinturas. No soy historiador y ya existen excelentes estudios al respecto. Esto es simplemente una carta de amor a un lugar que me parece un milagro que exista. Que no conozco un lugar en ninguna ciudad de España que aúne en un punto tanta belleza natural, artística y literaria como éste. Y porque San Saturio posee una belleza muy frágil y porque no va a soportar más transformaciones en su entorno. La ermita es la exaltación de la soledad y su belleza es su soledad. Si estuviera en el centro de una ciudad apenas nos llamaría la atención. En momentos de aglomeración de coches y visitantes bulliciosos la ermita desaparece y ya nadie la ve, aunque la miren. A una catedral pueden no afectar en exceso los tornos de entrada y de salida, los controles, el recorrido marcado y señalizado, el merchandising y la musealización descontextualizadora. Al fin y al cabo, siempre fue lugar de todo tipo de reuniones entre las gentes. Pero la ermita sólo existe en el desierto. Si es verdad que ya sólo somos una cultura laica, si ya no compartimos los valores de los que la hicieron, si ya sólo pensamos la ermita como un recurso turístico, si ya hemos perdido el conocimiento de su significado, entonces hemos de tener al menos el respeto, la distancia -respecto a- de no incorporar elementos banales que la contradigan y que la nieguen. También hay formas muy diferentes de no creer. A Machado no le gustaba el barroco, que sólo aspira a exhibición y efecto, porque no le dio tiempo a conocer el kitsch, que es la imposición a un objeto de un significado autocomplaciente y meramente imaginado desde la incomprensión y la ignorancia, como la paella de marisco que se come el turista francés nada más atravesar el Pirineo, como el sombrero mejicano que se llevará de recuerdo de España, como la sustitución de los mercadillos locales de artesanía -de cuando había artesanía- por mercados “medievales” o el genuino interés por la Historia que acaba disfrazado de caballero templario el fin de semana. San Saturio es, en cambio, todo verdad, una verdad como un templo.
VISTAS DESDE EL CASTILLO
https://elmirondesoria.es/soria/tribuna-vistas-desde-el-castillo
Vistas desde el Castillo
Vistas desde el Castillo
Hacia Aragón, lejana, la sierra del Moncayo,
blanca y rosa... Pasear en silencio por el castillo al caer la tarde es una
delicia que algunos aristocráticos sorianos disfrutan diariamente.
Según Gilberto Soriano, la primera construcción
militar para proteger a los primitivos pobladores podría no estar aquí, en este
cerro del castillo, demasiado alejado de las primeras casas situadas en la
falda del Mirón, más protegida y soleada, sino en las inmediaciones de la
actual torre de Santo Domingo. En cualquier caso, Soria contaba en la edad
media con castillo y castro, además de las diferentes torres e iglesias que
servirían de elementos defensivos en los lugares estratégicos y de los dos
bastiones de la ciudad frente Aragón, Magaña y Peñalcazar.
Siguiendo
lo que nos cuenta Fernando Cobos, la relación entre el castillo y el castro
-este último demasiado amplio para ser defendido sin ayuda de la población-,
habría que pensarla también en términos de conflicto entre señor y pueblo. Los
de Valladolid lo tuvieron claro y antes de que un señor los enseñorease
demolieron el castillo y se quedaron solo con el castro. En Soria la dificultad
para implantar la agricultura por el clima
y la inestabilidad del territorio debió ralentizar el proceso de
feudalización. Bertrand de Duguesclin la somete por unos años y de aquella
experiencia pudo ser resultado la muralla actual.
En su Filosofía
del Paisaje, Georg Simmel parte de la idea de que la Naturaleza es una
unidad, un todo, no existe algo así como un trozo de Naturaleza. El amor por la Naturaleza es, en realidad, amor al paisaje, amor de un
individuo sin raíces, de un átomo trágico, que recorta la naturaleza y que sueña
en ese paisaje con una vuelta al paraíso. Cuando el hombre vive inserto en la
naturaleza, como en Homero, no establece la diferencia entre lo natural y lo
sobrenatural, entre la materia y el espíritu, entre la madre y el padre. Para
nosotros ese nexo está psicológicamente roto, ya podemos ir al monte a darnos
baños de bosque o a hacer yoga o a establecer vínculos emocionales abrazando
árboles que, al llegar a nuestra casa tecnologizada, o al comprobar nuestros
ahorros virtuales, o los likes de nuestros amigos en Facebook, habremos
regresado al mundo real del siglo XXI, para el que la Naturaleza es sólo fuente
de materias primas, incluidos sus paisajes bonitos. Uno sólo puede relacionarse
hoy con la Naturaleza de manera intelectual, defendiendo una racionalidad
económica que no ponga en peligro el sustento de las generaciones futuras,
defendiendo la supervivencia de un río, de una especie o de la belleza de un
paisaje. Conservando. Los jóvenes ecologistas que quieran salvar el planeta
deberían sacrificar su tiempo y su esfuerzo, no tanto en leer a Thoreau o en
ceder a un sentimentalismo animista, sino en estudiar ciencias económicas y en
llegar a comprender cómo demonios funciona la bolsa y quién gobierna de verdad
este desgraciado mundo. Cuando Stendhal escribe que la belleza es la promesa de
la felicidad es porque la belleza alumbra la posibilidad de habitar el planeta
de una forma armónica y plena de sentido. Como el arte ya no cumple esa función
acudimos compulsivamente al móvil en busca de sentido, o de, al menos, una
tontería o un gatito que nos convenza de que no hace falta, que da igual.
También el paisaje es una unidad, una
individualidad; no es un elemento, sino un conjunto. La inevitable fealdad y el
ruido de la nueva urbanización en el cerro de los moros rompe el encanto
maravilloso de San Saturio. Una de las formas artísticas que más se comparten
en las redes es la fotografía de paisaje en donde se expresa un espíritu muy
actual. Si a los paisajes espiritualizados de Poussin, o a la celebración de la
dignidad del instante fugaz de los impresionistas, se contrapone la fotografía
actual se ve como el elemento individual se ha desgajado del conjunto. La
fotografía de paisaje suele ser una
fotografía casi abstracta, de espectaculares contrastes de color y forma, que
recuerda más a Rothko, con su atención exclusiva al color, que a Van Gogh,
donde el color transmite subjetividad. Las fotografías de San Saturio seguirán
siendo igual de bonitas, la experiencia real no.
Nada
hay objetivamente bello en la Naturaleza, toda belleza pertenece a la mirada.
Ser los ojos de la Naturaleza, su conciencia, pues no somos nada distinto de
ella, nos hace responsables de no degradar esa mirada cayendo en el narcisismo
o en el mero deseo de supervivencia. La arquitectura es la más sublime victoria
del espíritu sobre la naturaleza, una victoria momentánea claro, hasta que la
edificación se arruina y la Naturaleza se venga de la violencia a la que el
espíritu la sometió. Escribe Simmel que la constatación de esta venganza es
causa del sentimiento de melancolía; éste no aparece, sin embargo, cuando es el
propio hombre quien la destruye, o cuando deja pasivamente que se arruinen las
cosas. De ahí la frialdad que nos inspiran las ruinas del castillo de Soria
volado por el General Durán a instancias del Ayuntamiento.
Me siento en el viejo banco de piedra que mira
a San Saturio, y, al recordar lo que ya he escuchado un par de veces sobre este
paisaje, que sólo sirve para que caguen cuatro perros, me pregunto si no será
rencor de clase contra la aristocracia del vivir civilizado en Soria, la del
paseo diario por la Dehesa, por el Collado, por el Castillo, por el río -la
altiva y orgullosa aristocracia del río-, esa Soria que no es replica exacta de
otros miles de lugares exactamente iguales, la Soria no redundante.
¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!
Mientras el río de la vida precipita a Leonor hacia la muerte, Machado describe
el maravilloso paisaje milagrosamente conservado del Duero a su paso por Soria.
El monasterio románico más sorprendente del mundo, la misteriosa iglesia
románica, el puente medieval, molinos, azudes, un cementerio judío, un lavadero
de lanas, una ermita sobre una cueva; junto con las aguas tranquilas del Duero
conforman un paisaje casi sagrado que es objeto de disfrute para los sorianos y
el principal atractivo para el turismo en Soria. Desde la falda del castillo se
ve la ermita de San Saturio como una joya sobre los álamos dorados que serán,
mañana, liras del viento perfumado en primavera. ¡Tanta poesía, tanta belleza,
tanto misticismo, tanto contacto con lo esencial humano concentrado en un mismo
lugar!
Éste es el paisaje que el Ayuntamiento de
Soria va a permitir que se destruya para construir un barrio entero, en una
ciudad con suelo libre de sobra en llano y la mitad de sus viviendas vacías;
siendo estos paisajes del río el principal atractivo de la ciudad, está
poniendo en peligro el turismo de calidad para las futuras generaciones, quizás
ya para siempre.
¡Hoy siento por vosotros, en el fondo del
corazón, tristeza, tristeza que es amor!
Como Baudelaire, también Machado sabe que el
dolor es la única nobleza. Mientras las codiciosas excavadoras descuartizan
tanto amor sublimado en el paisaje, mientras el constructor destruye y quien
puede impedirlo no hace nada; mientras la hipocresía habrá pensado ya en bonitos y poéticos
nombres para las calles del nuevo barrio construido sobre tan bonito y poético
paisaje; nosotros transmitiremos la nobleza de nuestro dolor a nuestros hijos y
en un par de generaciones, nuestro dolor será simple desprecio e incomprensión
por los que permitieron y participaron en esta salvajada.
¡Campos de Soria, donde parece que las rocas
sueñan, conmigo vais! ¡Colinas plateadas grises alcores, cárdenas roquedas!
SORIA EN EL DIVÁN
Soria en el Diván
Detrás
de toda enfermedad mental o urbanística se esconde una idea errónea, que todo
buen psicólogo debe ser capaz de identificar, sacar de la oscuridad y elevarla
de lo implícito a lo explícito. Me refiero a una enfermedad curable, claro. La
cual suele ser como un dos más dos igual
a cinco que pulula a escondidas en nuestra psique, como un callejón sin salida,
como una contradicción que genera continuamente nuevos significados erróneos y
que convive sin saberlo con otro dos más
dos igual a cuatro. La manera clásica de localizar el problema es dejar hablar
al paciente. Aunque coexistan en su interior varias identidades heterogéneas y
conflictos, varias instituciones y partidos políticos distintos; en última
instancia, el paciente habla con una sola voz, es un único mensaje el que se
impone.
Una
de las ocasiones en que nuestro paciente se expresó con claridad fue hace pocos
años en un congreso al que asistí y del que no voy a dar más detalles porque la
discreción es fundamental para que el paciente siga confiando en el profesional
que le trata. El mensaje se escondía tras una incontinencia verbal llena de
neologismos, barbarismos y de palabras esotéricas que no llegué a entender del
todo. El concepto que el paciente más utilizó, repitiendolo con una insistencia
monomaniaca, fue “rebranding”. Brand quiere decir marca, y normalmente es el
objeto de grandes esfuerzos por parte de las compañías para dotarla de una
imagen positiva relacionada con los valores que la sociedad comparte o a los
que aspira. Rebranding sería cambiar la percepción de la imagen de la marca y
es lo que el paciente dice necesitar. A veces los pacientes acuden a la
consulta por una simple disfunción eréctil, o por un problema de convivencia
con su pareja; pero el problema real que tienen -por ejemplo, que suelen
asesinar a la gente de vez en cuando- ni lo nombran o no le dan la importancia
que deberían.
Lo
que el paciente dice de sí mismo es, en resumidas cuentas, lo siguiente: Soria
parece una ciudad vieja “parada en el tiempo”, recuerda “Calle mayor”, que
tiene que tener mayor dinamismo. No conviene interrumpir al paciente con
consideraciones lógicas antes de que acabe y sugerir, por ejemplo, que la
solución es la atracción de empresas o el fomento de actitudes emprendedoras
con argumentos de índole técnica y económica y no de esperar a que se caigan
los edificios antiguos para construir unos nuevos de ésteril minimalismo o no
en asfixiar el patrimonio entre moderneces sin gracia. Estoy totalmente de
acuerdo con Roger Scruton cuando escribió ese furibundo e implacable libro
contra los concejales de urbanismo del futuro llamado “La belleza”, en que
argumenta lo mucho que influye en nuestro carácter la belleza de la
arquitectura y el entorno que nos rodea; que podemos decir apropiadamente de un
edificio que es más feo que un dolor de muelas.
Por eso los sorianos son tan majos, de momento, porque gozan de una
ciudad con lugares maravillosos, pero como sigamos destruyendo nuestro legado,
igual vuelve a darnos por colgar las cabezas de nuestros enemigos en la grupa
del caballo. Yo no digo que si tuviese Soria la capacidad para construir una
especie de Guggenheim, el edificio artísticamente más importante, es decir más
influyente del siglo veinte en España y tan efectivo en captar el espíritu del
momento como lo debió de ser cualquier catedral gótica, y que realmente ha
conseguido transmitir la idea del abandono de un pasado siniestro y crear
esperanza en un futuro post industrial; entonces sí. Yo mismo le felicitaba por
su progreso y le daba el alta al paciente. Pero éste tiene dos juguetes
favoritos, sus fetiches: un chupete y un sombrero de Napoleón. Nosotros ni
tenemos el pasado industrial o siniestro de Bilbao, ni sus recursos económicos.
El paciente, de hecho, no necesita ningún lavado de cara sino aceptarse a sí
mismo. En lugar de industria pesada, monasterios románicos; en lugar de la
violencia de ETA, la lúdica pugna del Casino y la poesía de Machado. Como
psicólogo le digo al paciente que sea lo que es y nada más. ¿no es eso bastante?
Humildad es saber lo que se es y la responsabilidad es actuar desde ese
saber. Si usted se pone en Mariano Granados a dar vueltas como un derviche,
mirando en su místico girar, de lo más antiguo a lo más nuevo, perderá de
inmediato su confianza en el futuro, más todavía por la promesa de Martiarena,
y se volverá un nostálgico e incluso un reaccionario. Menos mal que podemos
escapar de esa angustia en dos pasos, o bien en los ocho bares de Herradores o
en la Dehesa llena de árboles antiguos y gente antigua sentada en sus bancos
antiguos (si es por la tarde claro, por la mañana tres escobas motorizadas al
mismo tiempo vuelve majara al mismo Marco Aurelio; es un parque con horario
restringido de disfrute); yo entro en la Soledad y al ver la Piedad recuerdo
que aquí la única tragedia real es que se te mueran los hijos antes que tú y al
ver en su rostro la unión del dolor por la muerte de su hijo y de la aceptación
de todos los dolores del mundo ya el estoicismo de Marco Aurelio se me ha
vuelto tan insípido como una columna romana en un chalet de Golmayo. En la
Dehesa encontramos un respeto por el entorno como debe ser. Aunque echo de
menos la fuente no quita para reconocer que el mastín tiene encanto en su
recuerdo de la mesta; la blancura del recién y bien restaurado edificio Alameda
se combina alegremente con el verde y con el gris de los plátanos y es
un goce ver derramarse las ya doradas hojas desde las ramas de los castaños sobre la pura línea
blanca.-A ver, anti artistillas; que igual a tí no te importa el arte, pero al
arte sí le importas tú, a ver si piensas que a los banqueros les gustan las torres tan altas por las
vistas,. Cuando tú ves un edificio bello que armoniza con su entorno natural se
produce en tu interior una sensación de confianza en el mundo, de que esta es
tu casa y de que esto tiene sentido -. “El arte es nuestro agradecimiento al
mundo y a la vida” Roger Scruton. Y es curioso que mientras en los lugares más
“cool” del planeta andan como locos a ver quien es más vintage, Soria, que lo
es de una manera auténtica, no lo valoramos y caemos en moderneces pasadas de
moda, que todo lo insulso enseguida pasa de moda.
Donde el sentir humano sigue
triunfando sobre lo mecánico es en el bar, en su diseño, en su solera y su
carácter.. Los bares formarían parte de lo que Scruton llama, la belleza
mínima, como lo son las cosas bien hechas, o simplemente bien organizadas, como
una calle bonita, por ejemplo; él dice que éstas son más importantes para
nuestra vida que las grandes obras de arte. Yo ahí no entro...pero sí en los
bares. No nombro los más antiguos y más pintorescos de Soria porque son de
sobra conocidos. Pero como demuestra uno de los bares que más triunfa y con
razón, porque todo lo que hace esta gente lo hace bien, es el nuevo Kiosko de
la Dehesa, un lugar orgulloso de la estética vintage y acorde con su entorno
tanto en el mobiliario como en el personal, aunque a veces te ponen los Sex Pistols a las once de la
mañana y a mí me sabe muy mal por ellos, por Sid, Johnny, Steve y Paul, que se
estarían revolviendo en su tumba si supieran que los ponen de música ambiente,
por lo menos Sid, que es el que está muerto-. Eso sí es “modernidad” y no lo
otro.
Me gusta cómo ha quedado el entorno del palacio de los Condes de
Gómara. Sin apenas tráfico y con los bloques anti coches estilo Minecraft.
Mejorará cuando crezcan los árboles. En una buena tarde están todos los bancos
ocupados de gente que conversa o mira el móvil mientras el sol inflama -ya sé
que ya se ha dicho- la torre. Yo no tengo ningún argumento salvo los ratos de
contemplación, pero para mí que no hubo intención de hacer otra torre. La única
que hay se erige frente al cielo puro y compensa visualmente el profundo
desnivel al que se asoma . Me parece perfecto así.
Resumiendo: que el paciente delira entre el sombrero napoleónico de
Bilbao y el chupete de Guadalajara. El chupete es lo facilón y lo tonto de
confundir el progreso con el asfalto. Si el modelo de progreso va a ser
Guadalajara, y que me perdonen los de Guadalajara, que lo digan ya, porque sería catastrófico. Porque tengo
entendido que Guadalajara fue una ciudad bonita y con encanto pero ahora, con
todas sus autovías, autopistas y aparcamientos, no lo es y no va casi nadie a
verla; como no va nadie a Hospitalet de Llobregat ni a Alcorcón. Les da igual
porque no viven del turismo pero nosotros sí. Porque otra vez estuve presente
en una reunión sobre el turismo en la provincia y también “carreteras y
aparcamientos” fue por lo que principalmente el paciente clamaba. Yo me atreví
a indicar solamente que si el más grande poeta se había enamorado de Soria por
algo sería y que quizá no fuera mala idea captar en su poesía la esencia de la
belleza del lugar y actuar en consecuencia. Enseguida percibí las miradas de
estupefacción y extrañeza con que transmitían su desprecio por otro
“cantamañanas” - ¡que igual fue sólo una impresión subjetiva, no digo que no!.
Y de alguna manera lo entiendo porque, volviendo a lo de la Soledad, una
tragedia más cotidiana, o simplemente “el problema”, es que nuestros hijos que
quieran vivir aquí no encuentren trabajo. Pero que del turismo no sólo vive el
guía y el hotel, que posiblemente llegue a ser su principal riqueza. Y que el
cuidado y respeto de lo nuestro no está en contra del progreso económico. Que
igual alguien piensa que estamos así por no habernos cargado San Saturio. Pero
si el turismo va a ser cada vez más importante en nuestra economía tenemos que
recordar que yo no vendo “San Saturio”, sino “belleza”, y tanto yo, como un
restaurante o un fabricante de torreznos vendemos “belleza”. Detrás de todo lo
que se vende hay muy pocas “cosas” que, en realidad, compramos: belleza,
prestigio, confort, seguridad, salud, conocimiento, juventud, etc. Y la belleza
de muchos lugares que tenemos es incompatible con la masificación. Hay
muchísimos monumentos muy visitados con carreteras estrechas o mal asfaltadas
como San Juan de la Peña, Monasterio de Piedra, Pedraza o Silos. Y monumentos
maravillosos situados en condiciones inmejorables como el Monasterio de Huerta
apenas visitados por simple desconocimiento.
Lo que se necesita en algunos sitios -aparcamiento a dos kilómetros de
la Laguna Negra-, igual en otros no, -en pleno Castroviejo-. “Todo viaje es
vano si no es semejante al paseo lento y perezoso que nos introduce, con dulce
rigor, en la secreta vida de un paisaje” nos advierte el genial reaccionario
Gómez Dávila. A mí todos los turistas me dicen que nunca se hubieran imaginado
lo bonita que es Soria y su provincia. Eso está muy bien pero indica que algo
está fallando, porque tienen que venir, no por casualidad, sino porque ya saben
que es una provincia muy bella e interesante, con lugares fantásticos apenas
visitados como el Castillo de Gormaz, Caracena y la atalaya de Rello, por
nombrar algunos muy desconocidos.
El paciente sufre de un problema que no tiene, pues nunca estuvo tan
unida la belleza con el dinero, lo espiritual con lo material. Y temo que nada
haría más daño a mi bolsillo y al de los demás sorianos, que la conversión del
Paseo de San Prudencio en Avenida de San Prudencio. Toca el río y pierdes tu
alma. Sueño obsesivamente con poder mostrar la portada de Santo Domingo en
silencio, que las clarisas perpetuamente oren en silencio, sin el tráfico
rodado; es un sueño vano, de esteta en paro. Le digo al paciente que no se
obsesione con cambiar y que se acepte tal y como es y que se cuide. Se le
ha terminado la hora. Le doy cita para la semana que viene.